
EL CORO DE LOS NIÑOS
Habla. Perséfona, cuenta lo que los inviernos ocultan.
Silencio en la orquesta.
EL CORO DE LAS NINFAS
¿Qué secreto sube contigo, del fondo
de los entreabiertos abismos?
Silencio.
LOS COROS MEZCLADOS
Di, ¿qué has visto en los Infiernos?
PERSÉFONA
Madre, tu Perséfona se ha rendido a tu voz.
Tu túnica de duelo, que ensombreció el invierno,
ha recuperado sus flores y su esplendor
perdido. Y vosotras, Ninfas, hermanas mías,
vuestro asiduo coro huella un césped nuevo
bajo el boscaje verde. ¡Oh mi esposo terrestre,
labrador Triptolemo! Demofonte, la semilla
que siembras ya germina, prospera y ríe en
mieses fecundas. .. No detendrás el curso de las
estaciones. La noche sucede al día y el invierno
al otoño. Soy tuya. Tómame. Soy tu Perséfona,
pero también la esposa del oscuro Plutón.
A pesar del amor y del corazón desgarrado,
nunca tu fuerte abrazo impedirá mi fuga, para
responder al destino que me llama. Iré hacia el
mundo sombrío donde sé que se sufre.
¿Piensas que un corazón ebrio de amor, puede
inclinarse impunemente sobre el abismo
del doloroso infierno? Yo he visto lo que se
esconde y se rehusa al día y no puedo olvidarte,
verdad desoladora. Aquí está Mercurio,
me llevará rendida. No necesito una orden;
voy de mi propia voluntad donde más
que la ley mi amor me lleva y quiero paso a
paso y poco a poco descender al fondo de la
indigencia humana.
Perséfona ha tomado de manos de Mercurio la antorcha encendida. Guiada y precedida por Mercurio, desciende lenta y solemnemente hacia la puerta sepulcral, que ante ella se abre. Las Ninfas rodean a Démeter y a Triptolemo. El coro de los niños y Eumolpo quedan en el flanco de la cuesta.
EUMOLPO
Hacia la sombra subterránea te encaminas
a pasos lentos, portadora de
la antorcha y reina de los vastos países
lánguidos. Tu destino es llevar a
las sombras un poco de la claridad
del día, una tregua a sus males innumerables,
a su miseria un poco de
amor. Si la primavera ha de renacer,
la semilla debe resignarse a morir
bajo tierra, para reaparecer mañana
en mieses de oro.
A. Gidé.
Habla. Perséfona, cuenta lo que los inviernos ocultan.
Silencio en la orquesta.
EL CORO DE LAS NINFAS
¿Qué secreto sube contigo, del fondo
de los entreabiertos abismos?
Silencio.
LOS COROS MEZCLADOS
Di, ¿qué has visto en los Infiernos?
PERSÉFONA
Madre, tu Perséfona se ha rendido a tu voz.
Tu túnica de duelo, que ensombreció el invierno,
ha recuperado sus flores y su esplendor
perdido. Y vosotras, Ninfas, hermanas mías,
vuestro asiduo coro huella un césped nuevo
bajo el boscaje verde. ¡Oh mi esposo terrestre,
labrador Triptolemo! Demofonte, la semilla
que siembras ya germina, prospera y ríe en
mieses fecundas. .. No detendrás el curso de las
estaciones. La noche sucede al día y el invierno
al otoño. Soy tuya. Tómame. Soy tu Perséfona,
pero también la esposa del oscuro Plutón.
A pesar del amor y del corazón desgarrado,
nunca tu fuerte abrazo impedirá mi fuga, para
responder al destino que me llama. Iré hacia el
mundo sombrío donde sé que se sufre.
¿Piensas que un corazón ebrio de amor, puede
inclinarse impunemente sobre el abismo
del doloroso infierno? Yo he visto lo que se
esconde y se rehusa al día y no puedo olvidarte,
verdad desoladora. Aquí está Mercurio,
me llevará rendida. No necesito una orden;
voy de mi propia voluntad donde más
que la ley mi amor me lleva y quiero paso a
paso y poco a poco descender al fondo de la
indigencia humana.
Perséfona ha tomado de manos de Mercurio la antorcha encendida. Guiada y precedida por Mercurio, desciende lenta y solemnemente hacia la puerta sepulcral, que ante ella se abre. Las Ninfas rodean a Démeter y a Triptolemo. El coro de los niños y Eumolpo quedan en el flanco de la cuesta.
EUMOLPO
Hacia la sombra subterránea te encaminas
a pasos lentos, portadora de
la antorcha y reina de los vastos países
lánguidos. Tu destino es llevar a
las sombras un poco de la claridad
del día, una tregua a sus males innumerables,
a su miseria un poco de
amor. Si la primavera ha de renacer,
la semilla debe resignarse a morir
bajo tierra, para reaparecer mañana
en mieses de oro.
A. Gidé.
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