Un bosque de cuchillos ciñe un traje de novia.
Es la patria del fuego y la ignominia
que habita en los suburbios calcáreos de la memoria.
Los pájaros siempre son una despedida,
silente y pálida,como ciertos atardeceres en el mar.
Crece un muro con la lumbre del abandono,
con las palabras del fango,-tinta de la sangre o de la piedra-.
Las manos viven dentro del espejo,
desatan sin asombros la crueldad del estigma negro,
de mares de furia estéril.
El velo está roto y en silencio.
Los puentes se extienden como tigres en el ocaso.
Pálidos musgos y pianos enredan un aire antiguo.
En la selva cantan los muslos tristes de una muchacha.
De "La epopeya del laberinto" 2001
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