Del "Diario de Ellen Rimbauer", Extracto #2
19 de Abril de 1908 - Kenya, Africa
Africa. El Continente Oscuro. El lugar de un hombre. Primitivo e intrigante. El lugar de nacimiento de la humanidad, dicen. Eden, dicen. La piel tan oscura que es azul. Animales salvajes en números que hacen tambalear la imaginación. ¡Oh, poder tener una cámara con película para filmar esto! John y yo, y otras tres parejas, dos de Inglaterra, una de Cleveland (irónicamente él y John comparten algunas nociones de negocios allí) somos acompañados entre los arbustos por algo así como treinta nativos, un guía Australiano llamado Charles Hammer y un Negro porta-rifle llamado Hipshoo - al menos así es como todos lo pronunciamos. Cerca de diez de los treinta son mujeres, dos de las cuales están asignadas a mí, una llamada Sukeena, la otra Marishpa. Ellas me vigilan como doncellas asignadas por la corte, a mí lado al momento que las necesito. De ojos brillantes y llenas de carcajadas, ellas han elevado ampliamente mi espíritu, el cual había estado bastante decaído estas últimas semanas pasadas. La Navidad lejos de casa fue en su mayor parte un intento, y aunque John se empeñaba en explicarme que ahora tengo una nueva casa, esto sólo empeoró la cosa. Esa nueva casa es, por supuesto, la gran casa, y sólo sabemos lo que dice la poca información que obtuvimos mientras nos ausentamos. Las paredes están levantadas, el techo en construcción. Se dice que solamente en el frente de la casa hay treinta ventanas. Los vidrios para ellas están siendo ordenados en este momento. Continué por seguir mi colección, empezando en las Islas del Pacífico con encantadores grabados en madera, algunos corales y un enorme pez que John ha embalsamado. Sus especies se me olvidan, a pesar de que indirectamente me lo dijo una docena de veces, cuando gusta de contar esta historia de pesca en casi todas las cenas que disfrutamos. Creo que John ha atrapado doscientos peces durante el curso de nuestra estadía, y con sólo éste para recordarlo, él agranda la historia un poco más (¡y al pez también!) cada vez que la cuenta.
Del "Diario de Ellen Rimbauer", Extracto #3
4 de Septiembre de 1914 - Rose Red
La razón por la cual levanto mi lapicera, las noticias que escribo de aquí, son estas: después de casi tres años de espera, tres años de implorar repetidamente, mis deseos han sido escuchados. Madame Stravinsky va a realizar una sesión, en esta casa, esta misma tarde. ¡Estoy tan excitada! Hemos invitado a ocho huéspedes incluyendo a los Poseys. John se ha resignado a participar (creo que la curiosidad lo está matando). No hace falta decir, que de los invitados, todas son mujeres salvo John y Douglas. Algunos pueden creerlo un tonto esfuerzo - una necesidad, en mi opinión, por mi deseo a juzgar sus reacciones. Si Madame Stravinsky llega a conectar con el otro lado, deseo medir mis propias creencias en oposición a aquellos que me rodean. Sukeena ha expresado abiertamente su hostilidad por Madame Stravinsky y la Madame Lus de su mundo. (Los poderes de Sukeena y sus habilidades respecto a esto están más allá de cualquier duda.) En parte por la desconfianza de Sukeena, he invitado solo amigos cercanos con cuyas opiniones puedo contar, ya sean creyentes de lo supernatural o no. El tiempo dirá como juzgaremos este emprendimiento. El aire está lleno de excitación. A todos, excepto a cuatro sirvientes, les hemos pedido que permanezcan en sus dormitorios o moradas. (Madame Stravinsky no quiere ningún disturbio humano dentro de la casa cuando trate de hacer contacto). Espero esta tarde de la forma en que April o Adam esperan lo que yace bajo el Arbol de Navidad.
Uno de los fragmentos del diario que más excitación demuestra es sin duda el del día siguiente a la sesión espiritista efectuada por Madam Stravinsky en conjunto con Ellen y sus invitados. Es en este fragmento donde comenzamos a notar la estrecha relación que Ellen comienza a tener con su propio diario, al cual convierte en su único confidente, a quién consulta todas sus dudas, a quien transmite sus más oscuras incertidumbres. Este es el relato surgido de la sesión, de puño y letra de la propia Ellen...
Del "Diario de Ellen Rimbauer", Extracto #4
5 de Septiembre de 1914 - Rose Red
¡No podía esperar hasta la luz de la mañana para ponerme a escribir los sucesos de esta tarde! Me estremecí con miedo y deleite ante lo que experimenté, y me esforzaré por ponerlo aquí exactamente como sucedió, de principio a fin. Madame Stravinsky está sentada cuando mis invitados y yo somos convocados a la Biblioteca de Damas. Un poco mareada, quizás aprehensiva, como estaba, fuimos dirigidos hacia nuestros asientos por la marchita mujer y nos dijo que permanezcamos en silencio. Sólo Sukeena permanece de pie, desafiando las instrucciones (directamente detrás de nuestra invitada de honor). Las dos intercambiaron miradas furtivas. Sukeena, haciéndose el día, y Madame Stravinsky no haciendo nada. En este punto, no por ser superado, mi marido se paró de su silla y comenzó una energética caminata que continuó desde este punto en adelante. Madame Stravinsky, comprendiendo del bolsillo de quien saldría su gruesa remuneración, aprobó sin ánimo de desafiar a John, lo cual también es bueno, dada la obvia agitación de él y su naturaleza desaprobatoria. Esto deja a Douglas Posey como el único hombre de la mesa. Me siento de cara a ella, en la cabecera opuesta de la mesa. Entre nosotras, en el centro de la gran mesa ovalada, yace su esfera de cristal, un objeto de vidrio del tamaño de una cabeza humana, la cual está situada sobre una enjoyada base de oro, o de un metal similar, y prueba estar al alcance de la médium. Ella pide iluminación de velas y la extinción de todas las luces eléctricas en la gran casa. Afortunadamente, da estas instrucciones más temprano, antes de su arribo, ya que esto requiere a tres de los cuatro de nuestro staff cerca, y aproximadamente cuarenta minutos para poner la casa a oscuras. ¡Uy!, a los nuestros les lleva como un minuto o dos asegurar los sendos cuartos de la planta baja y volver a encender la luz de las velas y apagar la lámpara eléctrica del cuarto, por suerte. Para ese entonces, nuestra médium llama al silencio total. Sólo nuestra respiración y las pisadas impacientes de John perturban la paz generalizada. Luego, Madam Stravinsky nos pide a todos que nos tomemos de las manos. Sólo Sukeena rehúsa esta instrucción. Inclusive John se une a la diversión, moviendo su silla entre la mía y la de Tina, tomando mi mano, pero entrelazando los dedos de ella. (Esta fue mi primera experiencia de celos que implica a Tina. ¿Qué fue lo que sentí entre mi marido y mi mejor amiga? ¿Me atrevo a semejante pensamiento? ¿Son tales sospechas fundamentadas, o veo engaño y decepción ahora en cada esquina?).
Con todos nosotros tomados de las manos, y con sólo el oscuro movimiento de la luz de la vela transfiriendo sombras sobre las paredes de libros, Madame Stravinsky cerró sus ojos, nos pidió que bajemos nuestras cabezas y habló en un chillante tono sin variaciones. "Gran casa que nos rodeas, abre tus puertas a un visitante que ha venido a saludarte". Luego, habló en ruso o alemán, quizás repitiéndose a sí misma, no puedo estar segura. Mi marido habla un poco de ambos, quizás él comprende sus murmullos. Debo admitir un cierto grado de temor. Fuera tan sólo mi cuerpo o un efecto divinizado por Madame Stravinsky, juro por tus páginas que la temperatura del cuarto descendió sustancialmente. También juro que las vacilantes llamas de esas velas bailaron desde sus mechas como si una puerta hubiera sido abierta de golpe rápidamente y una ráfaga de viento hubiera entrado al cuarto. Madame Stravinsky está, por ahora, encerrada en alguna clase de trance, su cabeza agachada levemente, sus ojos cerrados. Miro por sobre la mesa hacia mis invitados, mis amigos, y observo su asombro - claramente ellos esperaban un engaño, no los eventos que acabábamos de observar. Los murmullos de la médium ganaban volumen y claridad mientras le hablaba a nadie, sus palabras cobraban velocidad hacia donde eran emitidas por su boca en una catarata de sílabas y sentencias a medio formar. Ella está nombrando a la casa, la "gran casa", y solicitando ser recibida a través de sus puertas, a través de sus paredes. En el medio de este cántico, abrió sus ojos y alcanzó la esfera de vidrio que estaba frente a ella en la mesa. Lucía diferente, no del todo como ella misma, quizás más joven, como congelada en el tiempo. Nuevamente una ráfaga de frío llenó la habitación y subió por mis piernas. La esfera de vidrio comenzó a brillar - ¡lo juro!- y filamentos de luz, como algo pegajoso, subieron desde ella y se dirigieron al techo. Al mismo tiempo, las luces de las velas se extinguieron por este viento; la única luz del remolino azul y verde de los filamentos superiores y ese brillante espécimen de vidrio yacía entre sus marchitadas manos.
Pienso en mi hija, April, y su pobre brazo derecho marchito. Pienso de nuevo en mis plegarias tantos años atrás, mientras formaba el hospital de niños, en los que no sabría que hacer si uno de mis hijos naciera deforme. ¿Produje eso sobre April? ¿O lo hizo mi marido, traspasándome la maldición Africana? ¿Puedo salvar a mis niños? ¿No deberá pagar mi marido por sus pecados? Pregunta tras pregunta están corriendo por mi cabeza, mientras me siento perfectamente quieta, y enfrentando las sacudidas de mis huéspedes. Sólo Madame Stravinsky, Sukeena y yo permanecemos inmóviles y firmes. Incluso John está visiblemente desconcertado mientras quiebra la unión de nuestras manos y salta hacia sus propios pies.
Del "Diario de Ellen Rimbauer", Extracto #5
19 de Febrero 1928
¡Dios Querido que estás en el cielo! ¡Devuélvemela! ¡Sukeena se ha perdido! ¡Vista por última vez en el Cuarto de Salud! No hay signo de ella por ningún lado. Vago por los interminables corredores de esta tumba preguntándome por qué todo aquel que se vuelve cercano a mí termina siendo quitado de mi vida. Robado de mí. Odio esta casa. ¡La detesto! Nunca invitaré a Adam nuevamente. El staff está casi enfermo de buscar a mi criada, tantas horas - ¡días ya! - hemos estado en esto. La casa es imposiblemente grande. Cree esto o no, Querido Diario, todos hemos visto transformaciones físicas. Los corredores cambian de estructura y apariencia a tus espaldas. ¡Los cuartos desaparecen! ¿Qué está pasando? ¿Cómo puede ser? Una estructura física, un edificio, y sin embargo tan fluido como el agua. Un camaleón. Ella ya no necesita hacerse más grande - se reinventa a sí misma internamente. ¡Lo que una vez fue un corredor, ahora es un salón de baile!; lo que era un sótano, ahora es una mazmorra! Ordené las plantas de Sukeena desplantadas del Cuarto de Salud (desde su desaparición, florecieron mucho más abundantes de lo que nunca haya visto - ¡todas las plantas a la vez totalmente florecidas!). Vi como llevaban la tarea a cabo - lo vi con mis propios ojos desde lo alto de mi recámara, recordando observaciones pasadas de otros eventos de allí abajo también. A siete trabajadores les llevó tres horas limpiar el cuarto hasta dejar el suelo pelado. Para cuando llegaron al final del lado oeste, en el este habían brotado nuevas plantas. Para la mañana siguiente, las plantas tenían seis pies de alto - más altas de lo que jamás hayan sido, y totalmente florecidas. Esta es Sukeena, proveyendo este florecimiento - su amor, su energía, sus poderes. Todos - ¡cada uno de nosotros! - escuchamos la risa de Rose Red anoche. Se ríe de mí. De nosotros. Fue el sonido más aterrador que jamás haya escuchado. Si hay un juego en esto, ella ha ganado claramente. Todos se han ido. Mis amados. Estoy sola. Sola con mis pensamientos, sola en mi silencio, sola en esta casa. Debería despedir a todo el staff (¡antes de que ella atrape a algún otro!). Debería vivir sola en este lugar por algún tiempo. Dejarla sufrir. Dejarla fallar. Quizás entonces podamos hacer un trato, esta casa y yo. Quizás entonces ella me permita visitar a Sukeena como yo lo hago con April. Mi esposo me enseñó bien: todo es negociable.
Extractos publicados originalmente en el sitio web de promoción del libro "The Diary of Ellen Rimbauer: My Life at Rose Red"
Traducción y comentarios: Marcelo Burstein
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