sábado, 31 de marzo de 2007

Un breve homenaje a la mejor poeta Argentina, Leonor Garcia Hernando...


Leonor García Hernando nació en Tucumán en 1955.
Formó parte del "Taller Mario Jorge de Lellis" y de la dirección de la revista "Mascaró".

Publicó:
Mudanzas, 1974. Negras ropas de mujer, 1987. La enagua cuelga de un clavo en la pared, 1993.
En 1999, publicó "Tangos del Orfelinato / Tangos del Asesinato" (Colección Mascaró). Leonor murió el 30 de marzo de 2001.


Dice Leonor:
Creo que tengo un recuerdo también ilusorio de mi infancia, es decir, en un momento —que no puedo detectar cuál fue— me construí una memoria de la infancia, que no es mi infancia misma, no es lo que ocurrió. Es una reconstrucción idealizada de la infancia. Creo que no es de la infancia, sino que es de esa reconstrucción que no me puedo despegar.
(...)
Desde que empecé a escribir, "la pérdida de la infancia" fue el tema. Y también fue el tema asociado a la muerte. Después, para la desgracia de todos y de la mía, éste país me dio muchos motivos para que pueda perseverar en estos temas. El crimen, el asesinato como código de educación hacia la población civil, hacia los jóvenes, en forma encarnizada, desgraciadamente permitió que yo me pueda demorar en este tema. Y además, no pienso salir de él...
(...)
Me interesa muchísimo el tema político, pero sólo en la medida en que sea yo capaz de tratarlo con una dignidad creativa. Para mí, por ciertas características mías —una tendencia a la retórica y a la grandilocuencia— que me molestan, para mi idea de lo que es un trabajo poético digno, yo fracaso. Yo no logro hacer lo que quiero hacer. Pero me interesa mucho alcanzar una síntesis entre lo que es la crítica política más vasta y lo que es una visión crítica del mundo familiar vinculado a las criminalidades políticas. Porque creo que está ligado. Este país, es como un país saturnino, es decir, de hombres que fagocitan a sus hijos, como Saturno. Hay una pintura extraordinaria de Goya, en donde muestra a Saturno comiéndose a su hijo. Creo que esa imagen de Goya, está unida a mi emoción, en lo que hace a la temática de mi literatura.
(...)
Yo he tenido tantos motivos de felicidad como cualquiera. Simplemente no es ése mi tema. Creo que ni a mí ni a los otros, les hace demasiada falta el hablar, el escribir, el poderse identificar con esas felicidades domésticas, que más o menos podemos resolver. Hace falta hablar de lo que no podemos resolver, hasta resolverlo... cuando esté resuelto, tal vez aparezca un tema. Creo que lo que no podemos resolver, es la desgracia, el sufrimiento, la marginación. Y esto no está disminuyendo en Argentina, está aumentando. Todo tipo de marginación, la económica, laboral, trae otros tipos de marginaciones de forma inmediata.
Estoy en un momento, en el que me vuelve a afligir el no poder escribir una página feliz. Muchas veces me pesa y me jode, y quisiera que no sea así, quisiera escribir yo también sobre "la felicidad". Y además sé que hay gente que me lo reprocha, que me dice "no te puedo leer porque me falta el aire cuando leo 10 poemas tuyos". Y yo por un lado —así un poco rencorosa— pienso "pero si eso quiero yo, que te falte el aire"... Y después pienso, bueno, no todo el mundo puede soportar que alguien se esté quejando sobre su oído todo el tiempo. Pero si al final no lo resuelven diré "y bueno, ¿qué página querías encontrar?, no han leído bastante, con aire o sin aire..." En definitiva, yo voy a hacer como todo el que escribe, voy a hacer lo que pueda.
(...)
No me gusta citarme, pero hay una fracesita que dice "no hay nada bueno que empiece por ser una herida"... Yo creo que cuando alguien se queja de un dolor, de una herida verdadera, nunca hay dignidad, nunca hay elegancia. Porque por naturaleza, no es ni elegante ni digno el sufrimiento. Es siempre indigno. No pretendo ser digna...
(...)
Creo que la dignidad, si hay alguna, radica en decir cuándo se ha cometido una villanía, una maldad, un crimen, una afrenta en la vida de una persona que no jodió a nadie. Y el asesinato político es criminal, oscuro, es perverso, aún sobre aquel que hizo algo. Porque el asesinato no es una respuesta digna, ni la será jamás. Siempre será una villanía.
(...)
Yo he cometido casi todo el abanico de las villanías y de las miserias humanas. He envidiado, tuve celos, he mentido... Aunque hay algunas cosas que no quise hacer, porque me desagradan, la traición es una de ellas...
(...)
¿Qué es lo que advierte una hormiga a la cual pisó un tractor? ¿Qué advierte la hormiga de ese fenómeno? ¿Qué reconoce del tractor?. Creo que mucha gente vive así. En todo caso, el tractor la aplasta, pero no vive nada del hecho dramático de ver venirse al tractor encima, de advertir que su velocidad no alcanza para salir del espacio por donde el tractor pasará. Entonces hay como un contento, porque no lo advierten.
El equilibrio está dado por grados de conocimientos. Nunca la felicidad del que comprendió algo, del que advirtió algo, será igual a la del que no sabe, a la del que ni siquiera sospecha. Parece ser que en "el libro de los libros" —La Biblia—, si hay algo castigado, es el conocimiento. Cuando Dios hecha al hombre del paraíso, lo hecha por haber probado el fruto del árbol del conocimiento. Se puede observar la historia también como un castigo sobre el conocimiento. Es una lectura posible de la historia. El conocimiento es siempre una desobediencia(...)
--Fragmentos seleccionados de la entrevista publicada en la revista Perro Negro N° 2, agosto/septiembre 2000.

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