
Incesto por Anais Nin
23 de junio de 1933Hablábamos sobre nuestras aficiones diabólicas. Le dije que me gustaba ir con Henry y Eduardo al mismo cuarto de hotel (¡no con los dos al mismo tiempo!) ¿y por qué?, le pregunté. Esa sencilla confesión le reveló todo un mundo.Yo también lo he hecho . Mi confesión repercutía en él, revelaba secretos. Un pacto secreto, irónico, de semejanza entre los dos. Me despedí de él con un beso filial, pero mis sentimientos no eran los de una hija. Bruscamente inclinó la cabeza y me besó en el cuello.Me alejé por el pasillo hacia mi habitación sin saber que él me miraba. Antes de entrar, me volví, segura de que lo vería. Estaba en un rincón oscuro y no lo vi. Pero él sí me vio darme vuelta.A la mañana siguiente no podía levantarse de la cama. Estaba desesperado. Lo envolví con mi alegría y mi ternura. Por fin deshice sus maletas mientras él hablaba. Y prosiguió con la historia de su vida. Trajeron las comidas a la habitación. Yo estaba en salto de cama de satén. Las horas pasaban velozmente. Yo también hablaba. Conté la historia de los azotes. Cuando describí cómo me distancié para ver la ordinariez de la escena, papá quedó atónito. Nuevamente, el suceso parecía tocar un resorte interior de su propia naturaleza. Por un instante me pareció que no escuchaba, que estaba absorto en el sueño de lo que había descubierto, como suele sucederme a mí. Pero entonces dijo:-Eres la síntesis de todas las mujeres que he amado.Me miraba constantemente.-Cuando eras una niña, tus formas eran tan bellas. Me encantaba fotografiarte.Permanecí todo el día sentada al pie de su cama. Me acariciaba el pie. Entonces preguntó:-¿Crees en los sueños?-Sí.-Tuve uno que me asustó. Soñé que tú me masturbabas con dedos enjoyados y que yo te besaba como un amante. Sentí terror por primera vez en mi vida. Fue después de la visita a Louveciennes.-Yo también soñé contigo.-Mis sentimientos hacia ti no son los de un padre.-Ni los míos los de una hija.-Qué tragedia. ¿Qué haremos? Acabo de conocer a la mujer de mi vida, mi ideal, y resulta que es mi hija! Ni siquiera puedo besarte como quisiera. ¡Estoy enamorado de mi propia hija!-Todo lo que sientes, lo siento yo.Después de cada frase, sobrevenía un largo silencio. Un silencio espeso. Frases tan sencillas. No nos movíamos. Nos mirábamos como en un sueño y yo le respondía con extraña ingenuidad y franqueza.-Cuando te vi en Louveciennes, me sentí hondamente perturbado. ¿Lo observaste? Yo también me sentí perturbada por ti.
-Que vengan Freud y todos los psicólogos. ¿Qué dirían si lo supieran?(...)
1 comentario:
juaz!
no tengo tanto tiempo como para explayarme a gusto sobre esto, lo hare luego....
Publicar un comentario