“En esta encantadora soledad—oh claro, estabas sola!—en esta enhiesta, insoportable inercia es ella, es él, siempre de a uno, lo que esplende ella, su vaporosa mansedumbre o vestido él, su manera de tajear los sábados, la mucilaginosa telilla de los sábados la pared de los patios rayada por los haces de una luz encendida a deshoraceniciento el terror, ya maculado, untuoso en esas buscas a través de los charcos los chancros repetidos, esos rastreos del pavor por las mesetas del hechizo rápidamente roto esos destrozos recurrentes de un espejo en la cabeza de otro espejo.”
Perlongher.
martes, 27 de marzo de 2007
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