martes, 27 de marzo de 2007


Tras asistir a la ejecución de las alondras has
descendido aún hasta encontrar tu rostro dividido
entre el agua y la profundidad.

Te has inclinado sobre tu propia belleza y con tus dedos
ágiles acaricias la piel de la mentira:

ah tempestad de oro en tus oídos, mástiles en tu alma,
profecías...

Mas las hormigas se dirigen hacia tus llagas y allí
procrean sin descanso

y hay azufre en las tazas donde debiera hervir la misericordia.


Antonio Gamoneda

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